A la hora de la verdad

Niños y niñas jugarán con cualquier juguete y a cualquier juego. Pero, a la hora de la verdad, los catálogos los agrupan y los diferencian con colores. A los juguetes y a quienes los miran.

Chicas y chicos estudiarán lo que quieran. Pero, a la hora de la verdad, hay que ser prácticas y estudiar aquello en lo que luego puedas trabajar, AUNQUE seas mujer. Además, las matemáticas se nos dan fatal a las mujeres.

Los y las jóvenes trabajarán en aquello en lo que mejor rendimiento den. Y a la hora de la verdad, ya se sabe, las mujeres trabajamos mejor con las personas.

El mundo es grande, hay infinidad de lugares para descubrir y dicen que trabajar en el extranjero es una oportunidad. Pero, a la hora de la verdad, quedarse cerca de la familia permitirá que cuiden de tus menores, si decides ser madre, y cuidar tú a tus mayores, que eso esperan de ti.

Las mujeres llegan a altos cargos, si. Pero, a la hora de la verdad, llegan las mujeres excepcionales, las que han tenido extraordinario talento, muchas referencias y grandes apoyos. A la hora de la verdad, no llegan las mujeres normales, las de rendimiento medio, las que no cuentan con una tradición familiar o con apabullantes características personales. Ellos si. Altos cargos para hombres hay tantos, que pueden ocuparlos los excepcionales, los muy buenos, los buenos y los normales.

Una nueva remesa de padres corresponsables con la crianza y los cuidados domésticos lleva años asomando tímidamente la cabeza en nuestro país. Pero, a la hora de la verdad, marchan a dar una vuelta con las criaturas para que tú, mujer, puedas limpiar y cocinar cómodamente. O a hacer la compra, que siempre te encuentras a alguien y puedes tomar algo.

El trabajo fuera de casa es una opción para hombres y mujeres y para ambos es necesario poder compaginarlo con el resto de nuestras actividades. Pero, a la hora de la verdad, como tenemos trabajos de esos de segunda que se le dan bien a las mujeres, cobramos sueldos más bajos porque nuestra formación es menos técnica (porque ya se sabe que se nos dan mal las matemáticas) y trabajamos jornadas más reducidas porque los demás necesitan siempre de nuestro tiempo, somos nosotras las que dejamos el trabajo para cuidar de otras personas, o dejamos a otras personas para cuidar del trabajo.

Abusar de quién sabemos más débil, ocurre. Le ocurre a hombres y a mujeres. Pero, si la sociedad, como los catálogos, como las empresas, como los colegios, han repartido ya los papeles de débil y fuerte, a la hora de la verdad, ese abuso se ejercerá, por definición, siempre, sobre el colectivo al que le ha tocado el papel de débil.

El mundo es de las mujeres, pero, a la hora de la verdad, nos quedamos en casa. En nombre del novio, del jefe, del acosador, del padre, del hijo y….

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